António Sáez Delgado
La Casa de la Poesía
Prólogo a Assim se deixa uma casa
Alma Azul, Coimbra, 2003
En Así se deja una casa se transparentan los motivos esenciales de la poesía de Ruy Ventura, que son, también, los de la mejor poesia cuando es indagación y trascendencia, cuando es búsqueda constante más que respuesta definitiva, cuando se alza, en suma, como una revelación que nos eleva por encima de la vida cotidiana, esto es, que se limita a ayudarnos a comprenderla. Porque en los poemas de Ruy Ventura (a mi parecer, una de las voces más interesantes de la última poesía portuguesa) asoma, en médio de un universo simbólico plenamente propio, un pulso poético que se alimenta de la cultura y de la vida en un afán por comprender el mundo, por aspirar a explicarnos ese enorme silencio que nos rodea.
La memoria, la casa, la luz pueblan estos poemas que son también un intento por tornar habitable el território de la existencia, en toda su pluralidad, en toda su enigmática e inexplicable pluralidad. Los versos viajan a través de lo oscuro buscando una luz donde asirse, una luz que encuentran la mayor parte de las veces en objetos cotidianos, en las calles de una ciudad, en la respiración de un cuerpo que arde como el tiempo en nuestras manos. A la trascendencia de las grandes preguntas opone el poeta las palabras pequeñas que responden, en voz baja y susurrante, a los grandes enigmas de esa vida que es, también, viaje hacia ninguna parte. El hombre descubre el valor de la palabra y se funde con la naturaleza como forma de echar raíces en un mundo extraño y, hasta cierto punto, desconocido, en el que la mirada, las manos, la escritura son otras formas de decir la vida, la casa, el tiempo.
La poesía de Ruy Ventura, disfarzada de cotidiano en ocasiones, culta y trascendente desde la propia exigência de su aliento, habita también el terreno de la emoción, se abre paso balbuceante entre los objetos y los sentimientos que construyen el mundo que nos toca habitar. Un mundo en el que no nos está permitido cambiar de casa, porque por mucho que la abandonemos siempre regresamos, al final, al centro de nosotros mismos, a las pocas certezas que constituyen nuestro sueño más profundo. Así se deja una casa nos habla de las diferentes formas de la naturaleza como refugio del deterioro del tiempo, de las paredes y las murallas con que construímos nuestro mundo para abrigarnos de las nieblas más densas, de las carreteras y las calles que llegan y abandonan las ciudades que nos conducen a nosotros mismos.
Nosotros mismos: el único final posible para un buen livro de poemas.